volver a remar
Desde el punto de vista arqueológico, la embarcación más antigua de la que se tiene conocimiento es una canoa. La llamaron “Pesse” y fue hallada en los Países Bajos. Se estima que su origen data entre 8040 y 7510 a. C. Antes de los mástiles y las velas, antes de los mapas y los rumbos, hubo un ser humano que decidió confiar su cuerpo a un tronco hueco, empujarlo al agua y dejar que el mundo se ensanchara. Desde entonces, la canoa se repite en todas las geografías y lenguas. En los ríos del Amazonas y en los fiordos nórdicos, en las islas polinésicas y en los canales del sur de Chile, siempre aparece esa misma silueta: estrecha, ligera, paciente. La canoa es el primer gesto de comunión entre el ser humano y el agua; la primera arquitectura que flota. No pertenece a un pueblo, sino a todos. Es el símbolo universal del viaje y del descubrimiento, la prueba de que navegar es una pulsión antigua como el fuego.
Canoa “Pesse” hallada en los Países Bajos
Por lo mismo, en esta escuela donde nos obstinamos en navegar a vela —es decir, en emplear un método antiguo para descubrir el mar— era natural acercarnos también a una de las embarcaciones más primitivas: la canoa. Con ellas buscamos redescubrir las mismas aguas que recorremos a diario, pero en otro idioma: el del remo, con su caligrafía lenta, su técnica exacta y su manera particular de leer la superficie del agua.
Nuestra escuela está enmarcada por dos brazos de mar: el Seno Micalvi y el Seno Lauta. Este último es un espacio singular para remar. A veces se transforma en un corredor por donde el viento avanza con fuerza; otras veces, en cambio, respira una calma absoluta. Es refugio de aves marinas, espejo para los fenómenos de la luz, un lugar que sólo debiera ser interrumpido por el golpe rítmico de un remo y por el filo de una canoa deslizándose por el canal.
Carpintero Magallánico, a veces suele verse a orillas del Seno Lauta (Fotografía: Gabriel Leiva)
Con esa intención trajimos estas embarcaciones a Puerto Williams. Y, como suele ocurrir aquí, su arribo no fue sencillo. Queríamos estrenarlas el día de la reapertura de la escuela, y aunque tomamos todas las precauciones para asegurar su llegada, las circunstancias alargaron la espera, poniéndonos a prueba.
Finalmente, el ferry apareció en la bahía de Puerto Williams. El equipo aguardaba despierto para la faena, y los trabajadores del ferry nos ayudaron entendiendo que queríamos presentar una flota nueva a quienes viven en este canal. Denis Chevallay, vecino de Puerto Williams, nos hecho una buena mano y puso su camioneta a disposición para la maniobra. Así, dejamos las canoas esperando a orillas del Micalvi hasta el día siguiente.
Equipo Cedena y vecinos ayudando a cargar las canoas durante la noche
Durante la reapertura, las canoas volvieron al agua. Fue una botadura sencilla, de esas que sólo los niños parecen comprender. Mientras los adultos hablábamos entre nosotros, ellos se adelantaron y navegar no necesitó más explicación: fue tomarlas, empujarlas, remar. Y en esa mirada simple, estuvo el verdadero sentido del día.
Galería fotográfica
Canoas durante la re apertura de Cedena (Fotografía: Scott Gallyon)
Canoas durante la re apertura de Cedena (Fotografía: Scott Gallyon)
Jóvenes de Puerto Williams mirando las canoas por primera vez
Remando en el Seno Lauta
Texto por Domingo Abelli